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domingo, 30 de marzo de 2014

El ojo de Sartre

No se quedó así por echarle un ojo a Simone de Beauvoir, no.

El existencialismo que divisó Sartre lo fue encontrando poco a poco, sentado en el Cafe de Flore o paseando por le Quartier Latin mientras, de lejos, seguía con la mirada la corriente del Sena.

Parece que ese existencialismo debió buscarlo en algún lugar que no muchos vieron (creo que J.L. Borges sí lo vio, ese mismo, sí), en el interior de un hombre libre y condenado a vivir, debió buscarlo en algún punto de fuga.

Quiso tornar la mirada hacia aquella consciencia (o inconsciencia) reflexiva. Cayó primero en La Náusea, después posó su ojo en el aleteo de Las moscas, se encerró en Huis Clos (Puerta cerrada), puerta cerrada: miró dentro, y en las imágenes tras de la ventana se fundió en el existencialismo más profundo, el más irracional, pero el más razonable, en El Ser y la nada.

Y aunque a veces semejante a la indiferencia de Camus, no acabó llevándose demasiado bien con este último.

Y Borges, y Sartre, los dos quedaron mirando aquellos senderos que se bifurcan:

María Domínguez del Castillo

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El extranjero - Albert Camus

Lo cierto es que yo conocía a Sartre como figura literaria, por Huis Clos en especial, y no a Camus. A este únicamente lo conocía como figura filosófica. Filosofía del siglo XX, el existencialismo de Camus y Sartre, el ser humano está condenado a ser libre, L'homme est condamé à être libre. 


Pero, ¿y su literatura? Reconozco que las traducciones me ponen los pelos de punta, y no en el sentido positivo o halagador de la expresión. Me dan miedo. Temo no llegar a conocer al autor, no entender lo que él o ella nos cuenta, no estar leyendo realmente el libro, porque el cuerpo y la forma constituyen una armonía, un conjunto, una esfera perfecta, como decía Cortázar, si bien es cierto que algunas traducciones como la de Moby Dick, de Maylee Yábar-Dávila y José Luis García, son auténticas maravillas.

                                       


Quise entonces, hace unos días, probar con El extranjero en su versión original (L'Étranger), para conocer a Albert, para presentarme, conversar con él... Y funcionó. Un francés hermoso y fácil de leer, con algunos pasajes verdaderamente magistrales, de tal profundidad psicológica, expresados sin embargo de forma simple y conexa, como solo un genio puede hacer.


Siendo una de sus obras literarias más reconocidas, es fácil encontrar, ni si quiera se oculta, la filosofía de Camus desde la curiosa perspectiva del protagonista, el señor Meursault. Su indiferencia y escepticismo, una existencia absurda y monótona, una muerte aburrida e inevitable. Una vida que trascurre sin aflicción, sin miedo ni preocupación; también sin ilusión, sin objetivo alguno.


Un personaje caracterizado por la ausencia de valores y la carencia de sentimientos, como se hace notar ya en la primera línea de la obra:

"Aujourd'hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas."


Pero, ¿cómo interpretar esta obra? ¿Una mera historia carente de cualquier tipo de sensibilidad? ¿Una obra de arte literaria? ¿La aceptación del personaje como portavoz de la ideología o el pensamiento del autor? ¿O como una demanda social? Sí, tal vez sea eso. El reflejo de una sociedad insensibilizada, una sociedad fusilada por dos guerras.
                                                          

María Domínguez del Castillo