No se quedó así por echarle un ojo a Simone de Beauvoir, no.
El existencialismo que divisó Sartre lo fue encontrando poco a poco, sentado en el Cafe de Flore o paseando por le Quartier Latin mientras, de lejos, seguía con la mirada la corriente del Sena.
Parece que ese existencialismo debió buscarlo en algún lugar que no muchos vieron (creo que J.L. Borges sí lo vio, ese mismo, sí), en el interior de un hombre libre y condenado a vivir, debió buscarlo en algún punto de fuga.
Quiso tornar la mirada hacia aquella consciencia (o inconsciencia) reflexiva. Cayó primero en La Náusea, después posó su ojo en el aleteo de Las moscas, se encerró en Huis Clos (Puerta cerrada), puerta cerrada: miró dentro, y en las imágenes tras de la ventana se fundió en el existencialismo más profundo, el más irracional, pero el más razonable, en El Ser y la nada.
Y aunque a veces semejante a la indiferencia de Camus, no acabó llevándose demasiado bien con este último.
Y Borges, y Sartre, los dos quedaron mirando aquellos senderos que se bifurcan:
Me gusta. Me recuerdo leyendo "El muro" con tu edad y era tan...tan...
ResponderEliminarQué bueno cuando los caminos se bifurcan y qué difícil la elección posterior. Lo malo es que soy muy miope.