Un contraste. Es un contraste, quizá no haya palabra mejor para describir este libro. Un contraste, como su título; un contraste, y es que es tan diferente. Es tan diferente.
Tal vez lo que más me gusta de los libros sean sus páginas. Pasarlas, olerlas, anotarlas a lápiz, las leo despacio, muy despacio, las releo entonces más despacio aún, las que son buenas, las que son mágicas. Viajo en sus curvas, las interpreto, las saboreo, las vuelvo a leer. Esto me ocurre con Cortázar, con Alberti, Miguel Hernández, García Lorca, Borges, tantos... Incluso con algunas novelas largas. Pero cometí el error, con Señora de rojo sobre fondo gris, cometí el error de pasar todas las páginas en una sola tarde, y es que no pude permitirme no hacerlo así de rápido.
Miguel Delibes lo consiguió. Lo consiguió como algo bueno, no como algo malo. El error fue mío al devorarlo así, pero no tuve más remedio. No podía dejar de leer.
Señora de rojo sobre fondo gris no es una novela larga, no. Es breve, pero afilada, cortante, es un círculo afilado y perfecto. Escrita en segunda persona, el yo literario se dirige a su hija, habla con ella, y sobre ella se derrama, en forma de monólogo, se derrama, y nosotros también nos derramamos al leerla, incluso nuestros ojos se derraman. Va entretejiendo la historia de sus hijos, su mujer, su crisis creativa, sus cuadros, sus pinturas, su vestido rojo...
Como no es contar la historia el motivo de esta entrada, como es más un regalo, una invitación, una sugerencia, ya solo daré una imagen de esta señora sobre fondo gris, que es el recuerdo del escritor, el recuerdo de su propia pérdida, tal vez por eso la obra resulte tan real, tan dolorosa, tal vez por eso nuestros ojos se derraman, tal vez lloramos sobre los recuerdos de Delibes, sobre su verdad.
María Domínguez del Castillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario