Muchos habréis oído hablar del best-seller internacional de Jostein Gaarder, El mundo de Sofía.
El escritor noruego estudió Filología Escandinava e Historia de las ideas y de la religión, por lo que sin duda fue su inquietud por la filosofía la que le incitó a derramar sus preguntas sobre la vida y el mundo en cada una de sus páginas.
Después de once años como profesor de filosofía y literatura, quizá advirtiera que una sociedad libre es aquella que piensa, y que la base de aquella sociedad no es otra que los jóvenes. Centrando su literatura en el público infantil y juvenil, el autor revela sus mayores inquietudes filosóficas y enigmas sin resolver.
Una de sus novelas de mayor éxito es El mundo de Sofía, en la que, en un formato adaptado a su público meta, deshoja una a una las etapas de la historia de la filosofía, desde los filósofos de Mileto hasta Jean-Paul Sartre, en el seno de una historia surrealista, inquietante y maravillosa.
Pero de todas sus obras, Maya, El enigma del espejo, Vira Brevis, o La joven de las naranjas, tal vez fue El misterio del solitario la que más me cautivó. Una historia imposible, hilada a otra, cosida a otra a su vez... Todas lejanas, diferentes, pero relacionadas entre sí. El pequeño Hans Thomas, en un viaje a Atenas junto a su padre, marino y filósofo, parará en el pequeño pueblo de Dorf. Allí, un panadero le regalará un panecillo, con un diminuto libro escondido en su interior. Sin querer revelar los secretos de la novela de Gaarder, únicamente me atrevo a afirmar que cada una de las páginas es una historia nueva, única, una historia bien elaborada, inimaginable, que no se asemeja a ninguna otra jamás escrita.
Después de leer El misterio del solitario, que sin lugar a dudas dejará un leve sabor a 'bebida púrpura' en vuestra lengua, podréis decir, como muchos han dicho, que queréis ser un comodín.
El éxito que ha conseguido labrar este autor no es otro que el de hacer pensar a una sociedad, el de ayudarla imaginar y soñar, en un mundo en el que a veces, esto último no nos está permitido, en el que soñar es tan tangible como el humo...
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